La resolución del Ministerio de Seguridad de la provincia entró en vigencia el 1° de noviembre de 2020.
Desde el domingo 1° de noviembre, todo agente policial que esté en horas de servicio deberá abonar almuerzo y cena, y ya no podrá alimentarse más en la dependencia policial donde esté destinado.
En el caso de quienes trabajen en la misma localidad donde residen, tendrán permiso para llegar hasta sus hogares; el resto, que hace guardias en pueblos y ciudades alejados de sus domicilios tendrán que pagar de su bolsillo hasta el agua para el mate.
La medida rige desde el domingo 1° de noviembre de 2020 en toda la provincia a instancias del Ministerio de Seguridad, que dio de baja las partidas para racionamiento en las 19 unidades regionales.
Los fondos que venían para mercaderías con la que se preparaba la comida diaria de los numerarios de guardia fueron cortados definitivamente a pesar de que las tarjetas alimentarias – mecanismo creado por Seguridad – aún no llegaron a muchos lugares del interior provincial.
La conducción política de la Policía decidió igual suspender el envío de dineros para racionamiento de personal y la noticia generó profundo malestar en la fuerza, máxime que sus integrantes forman parte de la primera línea de contención en la pandemia desde hace más de siete meses.
Es que además, recién en estos días los funcionarios provinciales comenzaron a elaborar la lista de los policías que deben recibir la mencionada tarjeta con 4.000 pesos de crédito mensuales, por lo que se estima que recién en diciembre, con suerte, el plástico puede estar en manos de uniformados del norte provincial.
Los problemas no terminan ahí. En muchas localidades de la geografía norteña, ese tipo de tarjetas para compra de alimentos no funcionan por la características precarias de los negocios existentes.
Por si fuera poco, se agrega que aquellos policías que deben cumplir sus funciones en otros distritos del que viven generalmente hacen turnos de siete días corridos, o más como es el caso de Los Pumas.
“Lo de la tarjeta está pensado para Santa Fe y Rosario, no para el resto de la provincia donde hay infinidad de destacamentos que nadie sabe cómo se las van a arreglar”, dijo una fuente policial.
Por estas horas, reina el malestar y la incertidumbre en las filas policiales, las cocinas de cada comisaría dejaron de funcionar como tales y serán reconvertidas en oficinas, depósitos, etc. Mientras tanto, la Policía debe seguir “poniendo el pecho” a la inseguridad y a la pandemia, aunque ahora con una dieta que en otros tiempos se atribuía a los presos: a pan y agua.